28 Octubre, 2010
EL EMBRUJO DE MARRAKECH
No sé si a vosotros os pasa pero, cuando tengo un día con el ánimo “bajo mínimos”, procuro pensar y recordar momentos felices para alejar, lo más posible del pensamiento,los motivos del decaimiento. Hoy es uno de esos días en los que me siento vencida. Es raro que me sienta así, porque siempre procuro ver “el vaso medio lleno”, pero creo que llevo muchos meses “tensando la cuerda” en muchos aspectos de mi vida y hoy casi está a punto de romperse. Así que,en lugar de ponerme a escribir el blog con las últimas novedades frívolas y desengrasantes, he elegido dejarme llevar por los recuerdos y viajar con el pensamiento a Marrakech.
Conocí esa maravillosa ciudad marroquí con Carmen Ordóñez. Yo creo que ese país no tuvo nunca mejor embajadora entre nosotros. Adoraba Marruecos. Allí vivió los mejores años de su vida y nos hizo amar y disfrutar de su belleza a todos los que tenía a su alrededor. Nunca me olvidaré de los primeros viajes al hotel La Mamounia. Francisco, Cayetano y Julián eran un críos. Disfrutaban como chavales correteando por los increíbles jardines del hotel. Sus pasillos se convirtieron en sus patios de colegio y allí fué donde Fran dió sus primeros capotazos con una muleta que, estratégicamente doblada, llevaba en su maleta.
Nos pasábamos las tardes en casa del anticuario Adolfo de Velasco (ya fallecido y que fué el padrino de boda cuando Carmen se casó con Ernesto Neyra) y del diseñador Yves Saint Laurent, ambos vecinos en Les jardins de la Majorelle, una zona de frondosa vegetación en la que la casa del francés sobresalía sobre las demás por su color azúl añil y sus estanques plagados de nenúfares.
Con el tiempo Carmen compró una casa en Les Palmerais, una zona privada en la que las palmeras era la auténtica seña de identidad (de ahí su nombre). El salón de la casa estaba presidido por un cuadro del rey Hassan, por el que la Ordoñez sentía verdadera adoración.El afecto era mutuo y éso permitía a Carmen ir a palacio siempre que quisiera.
Gracias a ella y a Said, un impagable guía local, llegué a conocer Marrakech como la palma de mi mano. Aún así,siempre tenía ganas de volver porque, en cada visita, siempre descubría algo en lo que no había reparado con anterioridad. La primera vez que visité el Zoco y la plaza Jmaa el Fna quedé fascinada por su colorido,actividad diversa y encanto especial. Los cafés, que rodean la plaza,con sus terrazas plagadas de hombres observando todo lo que allí ocurre (a las mujeres árabes no les está permitido sentarse en los cafés) son,como poco, pintorescos.
Es una ciudad que crea adicción y su cultura..una innegable curiosidad. Llevo ya un tiempo dándole vueltos a una nueva visita. Carmen ya no está allí y, desde su desaparición, no he vuelto a pisar Marrakech. Ahora lo haré con NUBA, que ya sabeis que organiza los viajes a medida más exclusivos,maravillosos y, por consiguiente,inolvidables. Es un viaje para hacer acompañada, así que espero convencer a mi chico para que me acompañe aunque,han sido tantos años de viajar sola por temas de trabajo,que ya estoy acostumbrada a descubrir las ciudades en soledad.Esta no la descubriría,pero seguro que Cari Lapique,Inés y Araceli me preparan un viaje que parecerá que piso Marrakech por primera vez…