11 Agosto, 2010
MI PASIÓN INDIA
No sabría explicaros por qué pero, mi devoción por la India, es algo que se escapa a cualquier explicación razonable. No conozco ese país pero, desde niña, siempre he querido ir. Lo he intentado una y otra vez, pero mis esfuerzos se quedaban siempre en eso. No sé cuál es la raíz emocional de la atracción que siento por ese país y, a estas altura de mi vida, ya no le busco explicación.
Muchas son las veces que me he planteado viajar a India para saldar esa deuda emocional que no acierto a explicar. Acostumbrada a viajar por todo el mundo por motivos profesionales, nunca dudé en lanzarme sola a la aventura de ir a Nueva Delhi, Agra, Jaipur…pero siempre me quedé en el intento porque, amigos que han viajado, me recomendaban que no era un viaje para hacer sola. Supongo que era el mejor consejo que me podían ofrecer al conocerme bien y saber que, tras mi aspecto –a veces- frío y distante, soy una persona muy vulnerable, bastante emotiva y adicta al llanto cuando se trata de ver a la gente sufrir.
Desde hace más de quince años tengo apadrinados, en la Fundación Vicente Ferrer, a tres niños : Lalitha ya ha cumplido la mayoría de edad y se “escapa” de mi protección. Desde hace dos años ya “vuela sola”, está estudiando cursos superiores y me enorgullece saber que, en parte, es por mi contribución. La apadriné cuando apenas había cumplido los cuatro años y, durante estos catorce de relación, he vivido paso a paso su crecimiento, su evolución en los estudios, su paso de niña a mujer. Es mi niña adolescente o, por lo menos, así lo siento.
Mi segundo ahijado es Anjineyulu. Tiene doce años y, en los ratos libres que le deja la escuela, se dedica a tejer los saris de seda. Me cuenta en sus cartas que ya casi ha aprendido a hacer el 100% de la confección y le gusta tejerlos porque, como en las bodas todas las mujeres tienen que vestir esa prenda, le gusta ver lo elegantes y guapas que están con el sari que el ha confeccionado.
Jayadurga es mi último ahijado. Le apadriné cuando Lalitha cumplió la mayoría de edad y se hizo independiente. Me cuentan sus educadores que es muy estudioso y que, en estos momentos, está aprendiendo a leer y escribir en su idioma natal. Le encanta hacer footing y comer caramelos con galletas. Cuando consigue que le den uno ¡¡es toda una fiesta!!. Algo que para nosotros es habitual y que apenas le damos importancia, para ellos es motivo de celebración. Sus padres trabajan en el campo, cultivando la cosecha de plátano.
Creo que apadrinarlos era algo que estaba predestinado, lo necesitaba emocionalmente para tener un “cordón umbilical” con ese país. Y, desde hace unos meses, mis deseos por ir YA a India se ha acrecentado. No sé por qué, pero he empezado a poner en práctica lo de “no dejar para mañana lo que pueda hacer hoy”. Nadie me puede garantizar que, dentro de unos meses o años, siga aquí y ha llegado el momento de saldar deudas pendientes. Y la mía no sólo es mezclarme con la cultura y las gentes de India, sino conocer el Taj Mahal, ese monumento al amor que no sólo preside un ángulo privilegiado del salón de mi casa, sino que es la primera imagen que veo cada día en el salvapantallas de mi ordenador.
Ayer estuve con mis amigas Araceli e Inés,de la agencia NUBA de la que tanto os hablo. No hacía falta que me convencieran para ir allí pero, después de nuestra larga conversación, ya me quedan menos dudas ¡¡si es que, en algún momento, tuve alguna!!. Me están preparando un viaje a medida y, cuando estaban encajando fechas, se han dado cuenta que el día de mi cumpleaños coincidía con la estancia prevista en el itinerario en el Taj Mahal. ¿Casualidad o destino?..Yo creo que es una señal…
Oscar | 18 Agosto, 2010
Si es que hay cosas que son inexplicables y que hay que cumplir si o si, vamos que acabas en La India fijo. por cierto ¡¡¡¡¿ya estás preparando el viaje? !!!! de lo que se entera uno, jejeje.